Todos somos Tommy y Gina: Bon Jovi y la clase obrera

A principios de 1994 escuché por primera vez Livin’ on a prayer con mis amigas. Enseguida nos enamoramos de esa canción, con su estribillo pegadizo y su intro-puente de «talkbox» tan característica.

Lo que más me gustaba, además del estribillo, era la línea de bajo y la letra. Esta hablaba de dos personas, Tommy y Gina, y de los sinsabores de su vida como trabajadores que no llegaban a fin de mes. Tommy era estibador en los muelles, pero tras ir a la huelga junto a varios compañeros había sido despedido, cosas de estar afiliado a los sindicatos en Estados Unidos. Gina, su chica, trabajaba como camarera en un diner durante todo el día para que la pareja pudiera mantenerse. La canción, escrita para la banda por Desmond Child con la colaboración del propio Jon Bon Jovi en la letra y de Richie Sambora, estaba basada en experiencias personales de los tres. La historia que inspiró a los personajes principales, que es la del propio Desmond Child; si no la conocéis os dejo links al final. 

 

 
  Así funciona una talkbox. Para qué lo voy a explicar yo con lo bien que lo hace este señor en el vídeo.

 

 

Tres meses más tarde de oír este temazo por primera vez, el padre de una de mis amigas se quedaba sin empleo víctima del cierre de Santana Motor, la principal industria de mi pequeña localidad, tras días de huelgas y protestas que se saldaron con varios heridos y detenidos. Recuerdo cuánto me impactó enterarme de que el padre de otro compañero de escuela se había quedado tuerto a causa del disparo de un antidisturbios. Al menos a Tommy, el de Livin’ on a prayer, no le habían saltado el ojo con una pelota de goma. 

Aunque era bastante pequeña, comprendí entonces mucho mejor lo que eran las huelgas, entendí el significado de las manifestaciones y supe por primera vez lo que quería decir la frase you live for the fight when it’s all that you’ve got. De alguna manera, el pegadizo tema quedó unido a esa época de mi vida en la que muchos trabajadores de mi ciudad se convirtieron en versiones andaluzas y bastante más mayores de Tommy. Había hombres que habían sufrido accidentes en las máquinas de la fábrica de coches y habían perdido el brazo o un pie. Ahora se sentaban en los bancos a tomar el sol, con las espaldas cansadas después de veinte o treinta años de trabajo duro, sin saber qué hacer con su paro de larga duración o su jubilación anticipada. Las Ginas de mi pueblo eran mujeres con hijos, muchas de ellas amas de casa, que cogían trabajos a destajo cosiendo pantalones para empresas textiles, o limpiando casas, o en el campo para poder pagar la hipoteca ahora que Santana Motor cerraba. Currar todo el día en un diner parece más glamuroso, pero en el fondo es lo mismo. La mayoría de estas personas iban a misa. La mayoría rezaban. Y siempre pedían trabajo.

 

 

Santana Motor fue fundada en los 50 para fabricar maquinaria agrícola. Luego comenzó a fabricar los Land Rover Santana, un todoterreno para el trabajo del campo y para expediciones militares.
 

El padre de una de mis amigas era uno de esos hombres que había tenido un accidente laboral en la fábrica. Recuerdo que tenía solo tres dedos en una mano y que con ellos se apañaba perfectamente; no quería prótesis, las odiaba. Era ateo y comunista. No iba a la iglesia, pero siempre estaba organizando reuniones con el sindicato, movilizaciones. Él no vivía en una oración, vivía en una acción sindical constante. Por desgracia, ni los que rezaban ni los que encabezaban la lucha obrera activa consiguieron evitar lo inevitable. Santana Motor cerró, las empresas derivadas que creó la Junta de Andalucía en un intento por no dejar a todo un pueblo sin trabajo no funcionaron muy bien y una década después, en 2007, toda esa estructura endeble cayó por su propio peso, dirigiendo a más de 3000 ciudadanos a la cola del INEM a velocidad de crucero.

Por entonces, ya adolescente, yo me preguntaba qué esperaban conseguir Tommy y Gina con lo de rezar, viendo lo mal que les había funcionado a mis conciudadanos. Pero había que reconocer que Livin’ on a prayer era una canción que transmitía esperanza, y a veces la esperanza es mejor que nada.

 

 

 
Durante el confinamiento, en Chicago cantaban Livin' on a prayer mientras nosotros estábamos con el Resistiré.

 

John Bongiovi siempre ha sabido conectar con la gente. Ya de joven era un guapazo simpaticote de Nueva Jersey que caía bien a todo el mundo. Cuando llegó a la fama, pese a su desparpajo hardrockero, nunca cruzó la línea a gilipollas integral como sí hicieron algunos frontmans de otras bandas coetáneas, cosa que le honra. Tal vez ese saber estar, eso de tener los pies en la tierra, fuera a causa de su educación. O porque, independientemente de su extracción social («clase media» americana, de cuando existía la clase media, si es que alguna vez lo hizo) siempre ha estado rodeado de gente trabajadora. A lo largo de los años, adaptándose a los tiempos, ha sabido respetar a quienes le rodeaban, quedar bien, hacer buenos contactos, tratar a los fans con amabilidad y currárselo para conseguir sus objetivos. Se puede decir que es un tío con conciencia social, y eso lo ha demostrado desde sus primeros trabajos. Y esta conciencia social le ha servido también, precisamente, para que quien escuchaba sus canciones en los ochenta o los noventa pensara: «este tío habla de lo que me pasa a mí, soy yo total».

 

Había varias cosas que muchos jóvenes de esas décadas compartían o habían vivido en su entorno familiar, y Bon Jovi hablaba de todas ellas. De pagar la renta, de estar a punto de perder la casa, de madres solteras trabajadoras (Hey God). De la depresión (My guitar lies bleeding in my arms), de la fe y de la pérdida de fe (Livin’ on a prayer, Keep the faith), del amor y el desamor (Always, You give love a bad name), de la autoestima (Ugly), del paso a la edad adulta a mediados de los noventa, en un mundo ya no muy bonito en el que las promesas de prosperidad del pasado se demostraban espejismos (These days). Da igual de dónde provenga el señor Bongiovi, las canciones que canta, cómo lo hace y la forma en que están concebidas funcionan a la perfección en oyentes jóvenes de cualquier clase social, pero sobre todo en los de clase media y media-baja. ¿Cuántas canciones habéis escuchado en el rock mainstream de estas últimas décadas en las que se hable de huelgas o de pagar la hipoteca? Yo con doce años no había escuchado ninguna.
 
 
El Destape Radio en Twitter: "⚡️ #HabráConsecuencias 🎶 El dato musical de  hoy: a 36 años de la edición del disco Slippery When Wet de Bon Jovi. 👑La  escuchas a @LuciaRBosch 📺
Mi madre y mis tías en el instituto.

 

Hay cientos de artículos sobre el éxito de Bon Jovi como banda. Se atribuye este a buenas decisiones comerciales por parte de la productora, al carisma y la capacidad de trabajo del grupo (muy estimulada por los estupefacientes en los primeros años, todo hay que decirlo) y a la calidad de las canciones. 

 

Sin discutir nada de eso, me gustaría aportar tres detalles más: 

 

1, Jon Bon Jovi era guapísimo. 

 

2, en sus discos siempre incluían canciones de amor.  


Y 3, cantaban sobre las preocupaciones, emociones y dramas del occidental medio de clase trabajadora. 

 

 

He notado que en muchos análisis se omiten detalles como lo de ser guapo y agradar a las mujeres, quizá por miedo a que se ponga en tela de juicio la calidad de las canciones. Tradicionalmente se ha considerado que un grupo que gusta a las chicas no puede ser bueno, salvo excepciones como los Beatles. Y Bon Jovi gustaba muchísimo a las chicas. Es normal. Si eras una quinceañera a finales de los ochenta y salía un tío buenorro cantando «I wanna lay you down in a bed of roses» pues… a quién no le va a gustar. Bon Jovi se convirtió en auténtico fenómeno de masas en el mainstream internacional desde el momento en que las chicas empezaron a comprar sus discos y su merchandising e ir a sus conciertos. Dejó de ser otro grupo de hard rock para tíos que querían aprender a tocar la guitarra con el objetivo de ligar y tener amigos y pasó a convertirse en un grupo de rock que vendía en un espectro demográfico tremendamente amplio. Muchachas adolescentes, jóvenes hardrockeros, fans de Bruce Springsteen que compraban la etiqueta New Jersey, personas de clase obrera que gustaban de riffs digeribles y medios tiempos… Y a medida que transcurrían los años, aficionados al pop-rock y gente que simplemente pasaba por ahí.

 

Sonrisita, pecholobo y pelucón. Así se ganó el corazón de millones de mujeres.
 

Llegar a un gran público se interpreta a veces como «venderse», pero a mí me parece admirable que casi todo el mundo conozca al menos una de tus canciones. Y todo el mundo conoce alguna canción de Bon Jovi. Cuando empezaron a tener éxito, pronto les tacharon de comerciales, aunque después de haberles llamado constantemente «grupo para chicas» en la prensa especializada y viendo la caja que hacían, dudo que les importara un carajo. Pero, comerciales o no, a lo largo de los años, siempre, siempre, siempre pudimos encontrar en sus letras alusiones a la clase trabajadora, a las desigualdades sociales y a la lucha. Work for the working man, en 2009, hacía alusión al hundimiento de un pueblo de Ohio cuando la empresa que prácticamente lo poseía y en la que trabajaba casi toda la población, cerró. En American Reckoning canta acerca del caso de George Floyd, el ciudadano afroamericano que fue asesinado por un policía en la ciudad de Minneapolis dando inicio al movimiento Black Lives Matter

 

Who's gonna work for the working man (and woman)?

La perspectiva de clase en sus canciones se ve complementada por sus actividades filantrópicas: posee una fundación que construye casas de renta social, ha abierto tres restaurantes gratuitos para personas sin hogar… En vez de usar su fama y su dinero para encajarse el vestido de Marilyn Monroe y rajarlo con su culazo, pone una parte al servicio de causas sociales, así que bien por él. Todo esto, además de su simpatía por el partido demócrata, que es lo más parecido a la izquierda que tienen en Estados Unidos (aunque muy licuado y sin gas), le convierten, en cierto sentido, en un artista de la clase obrera aunque esté podrido de dinero.

Muchos jóvenes occidentales nos sentimos identificados con sus canciones durante los 90 porque hablaban de problemas que para nosotros eran reales y contemporáneos. Aunque la industria musical ha cambiado mucho a lo largo de las décadas y Bon Jovi no es una banda que se mantenga muy actual ahora mismo, aún sigue habiendo valor en las ideas que comunica este señor, ya de pelo cano y con una ronquera persistente. Os animo a descubrir sus canciones, que, aun estando dentro del estándar del hard rock comercial, creo que aportan una perspectiva social muy interesante de la que otras bandas carecen y que demuestra que al menos esta gente, y Jon en particular, no se han caído de un guindo.


Jon Bon Jovi on wealth, love and his ugly tussle with Trump: 'It was  seriously scarring' | Bon Jovi | The Guardian
Jon Bon Jovi tocando en un evento de la campaña de Joe Biden. En la sociedad estadounidense ultraliberal esto se considera bastante extremo.


Este último año he leído cosas muy tristes sobre Jon Bon Jovi: Que ha perdido la voz, que no podrá volver a cantar, que sus últimos conciertos fueron un desastre. Me apena esa situación: un hombre que ha pasado cuarenta años dándolo todo y que está perdiendo su instrumento, su herramienta profesional, una parte muy grande de sí mismo, sin poder hacer gran cosa al respecto. Debe ser muy duro. Sin embargo, espero que los medios y los fans sepan (sepamos) ser compasivos y tratar bien al chico de oro de Nueva Jersey ahora que su voz se apaga. Después de todo, es uno de los pocos que la usa, y muy a menudo, para hablar de nuestros problemas.

 

 

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+ info:

 

Análisis de la letra, historia y curiosidades de Livin’ on a prayer: https://masdecibelios.es/significado-de-livin-prayer-de-bon-jovi/

 

La fundación de Bon Jovi para construir casas para gente sin vivienda: https://jbjsf.org/

 

Entrevista en The Washington Post donde habla de política: http://bit.ly/3JmqA3B

 


 

  

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